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Eduquemos en igualdad

Eduquemos en igualdad

Estamos siendo educados para mantener a la sociedad dividida entre hombres y mujeres. Bastaría con ver cómo atribuimos ciertas competencias a las mujeres que con frecuencia las llevan a escoger oficios relacionados al cuidado de otros y que, al mismo tiempo, siendo estos tan esenciales para el desarrollo de una sociedad, se encuentran entre los oficios peores pagos. Desde las aulas se incentiva el liderazgo masculino en las ciencias “duras”, se invalidan las emociones masculinas y se repiten frases que naturalizan e incentivan el ejercicio del control en las relaciones sentimentales. Esas son solo algunas de las conductas que contribuyen a que existan relaciones desiguales de poder que son, a su vez, caldo de cultivo para una cultura autoritaria y de violencia. Esas relaciones desiguales nos afectan a todos sin excepción y son la explicación detrás del vergonzoso liderazgo de la República Dominicana en materia de feminicidios, embarazos adolescentes, uniones tempranas y violencia intrafamiliar.

La política existe para corregir esos males sistémicos, excepto que la política está secuestrada por personas que parecerían querer reproducirlos. No hay otra explicación posible detrás de la derogación de la orden departamental 33-2019 que procuraba priorizar la perspectiva de género dentro de nuestro sistema educativo.

¿Por qué era tan importante esa orden departamental? ¿Qué es educar para la igualdad?

  1. Educar para la  igualdad es educar para tener familias más fuertes.

Educar con perspectiva de género nos permitiría pensar la familia como un tipo de relacionamiento, como aquella relación que tiene como único punto de partida el amor. Por tanto, una educación con perspectiva de género nos ayudaría a crear una sociedad al servicio del cuidado de las personas. Las familias se fortalecen cuando el trabajo se hace en equipo. Enseñar desde las aulas que los hombres también cuidan, por ejemplo, daría espacio a una generación que entiende la responsabilidad de ejercer el rol de la paternidad. También serviría para visibilizar lo diversa que es la familia como institución importante de la sociedad. ¿Quién no creció o conoce familias monoparentales? ¿Quién no conoce a una madre o un padre soltero que cría y cuida? ¿A una abuela-madre o abuelo-padre? ¿Quién no conoce una familia de dos madres o una de dos padres? Esa multiplicidad de familias existe, y existe por encima de las definiciones arcaicas cimentadas en nociones falsas de superioridad, rasgos superficiales y sentimientos de exclusión.

Las familias fuertes son las que se planifican. Cuando se educa para la igualdad, se dota al educando de herramientas para la vida, para que tenga la capacidad de decidir, para que no sea víctima de la exclusión. Los países con familias fuertes son aquellos donde la educación está al servicio de la salud y de la prevención. Una educación con perspectiva de género ayudaría a las personas, en especial a los jóvenes, a ser proactivos en su protección y a solo tener relaciones sexuales de forma voluntaria. Es decir, ayudaría a crear una cultura de consentimiento.

República Dominicana es el país latinoamericano con la mayor tasa de embarazos adolescentes y uniones tempranas. Urge una educación con perspectiva de género para eliminar los altos números en materia de violencia sexual, que no sólo laceran la integridad física de la víctima, sino también la integridad emocional.

  1. Educar para la igualdad es educar para producir más y mejor.

Hoy un importante número de mujeres dominicanas se ve obligada a labores dentro del ámbito privado, mayormente doméstico, que hasta hace poco no ofrecía protección social y estatal. Esto quiere decir que una educación con perspectiva de género serviría para promover la participación de la mujer en el mercado laboral y por tanto, promovería una economía que sacaría provecho del universo de talentos disponibles. No podemos pretender competir con el mundo cuando le cerramos la puerta a las capacidades de más de la mitad de nuestra población: las mujeres.

Educar para la igualdad nos permitiría reinventar nuestro aparato productivo a partir de las ideas y visiones de muchas personas tradicionalmente  excluidas. Es permitirnos re-imaginar nuestras labores productivas a partir del colectivo completo y por tanto, es producir para el colectivo completo. Es pensar en la economía a partir de su gente que es la que produce.

Es, además, educar para el mundo en el que vivimos, no una fabricación del hombre en el poder. El mundo en el que vivimos es cada vez más diverso; por tanto, una educación con perspectiva de género abre la puerta a la creatividad y la riqueza que nos brinda esa diversidad. Tendríamos más mujeres ingenieras, cirujanas, científicas y más hombres siendo educadores, enfermeros, directores de centros educativos, de departamentos de recursos humanos…

  1. Educar con perspectiva de género es educar en democracia, es educar para la representación.

La ausencia de una educación con perspectiva de género es precisamente la que ha construido la falsa noción de que las mujeres son muy blandas para ser gestoras efectivas. Eso ha llevado a que como sociedad le cerremos el paso a las mujeres que buscan participar de la vida pública. El gabinete de Luis Abinader cuenta con una mísera participación de tres mujeres. Esa pobre representación femenina le niega la posibilidad a niñas y mujeres de reconocerse en posiciones de poder. Dejar fuera del tren gubernamental a la mujer desconoce la importancia de la representación descriptiva: el poder que significa que ellas vean y sientan que hay personas como ellas en cargos de poder y que por lo tanto sepan que también podrían ocuparlos.

La perspectiva de género está en el centro de la igualdad de derechos que procuramos. La igualdad supone reconocer que somos distintos y que aun siendo distintos, pertenecemos al colectivo y tenemos el derecho de vivir en dignidad. La ausencia de perspectiva de género da cabida a desigualdades sistémicas entre hombres y mujeres y por tanto lleva a reproducir el estado de las cosas tal y como la conocemos donde los hombres ocupan la mayor parte de los cargos de toma de decisión.

  1. Educar para la igualdad es procurar entornos libres de violencia.

República Dominicana es uno de los países con mayores tasas de violencia intrafamiliar y doméstica. La ausencia de una educación con perspectiva de género es una causante más de los perniciosos estereotipos que buscan definir quiénes somos y cuáles son nuestros roles en la sociedad. Una de las razones por la que los ciclos de violencia son tan difíciles de romper es precisamente la desigualdad patrimonial. A menudo nos encontramos a mujeres víctimas de violencia carentes de independencia económica y hombres victimarios que se creen dueños de las vidas de sus parejas.

Actualmente las mujeres asumen entre dos y tres trabajos simultáneos: el trabajo remunerado donde cumplen un horario a cambio de un sueldo, el trabajo doméstico (sin horario ni salario) en el que se encargan de la gestión del hogar, y el de los cuidados de las personas que habitan ese hogar, también sin horario, vacaciones, hora de almuerzo ni remuneración. Esta combinación de labores que ocuparía por completo a cualquier persona física, mental y emocionalmente, recae desproporcionadamente sobre las mujeres. Las hace menos productivas frente a sus pares hombres y las lleva a ocupar trabajos informales por la necesidad de mayor flexibilidad horaria. Ellas están constantemente ocupadas en asuntos del ámbito privado y público, con poco o ningún tiempo para prepararse, educarse, tomar capacitaciones en horarios diferidos, e incluso descansar o tener un pasatiempo donde aprender nuevas habilidades y relacionarse con más personas. 

Educar para la igualdad impulsa la independencia económica de las mujeres al empujar a la sociedad en la dirección de un sistema económico donde todas las personas y las jornadas que estas cumplen sean tomadas en cuenta. Lo que no se nombra no existe. Resulta necesario visibilizar lo marcado de estos roles para desmontarlos, para construir políticas públicas que dignifiquen los cuidados y reduzcan estas desigualdades. Para que las dinámicas dentro del hogar pasen a ser responsabilidades compartidas, porque todo el mundo tiene un rol importante para mantener el hogar a flote.

  1. Educar para la igualdad implica reconocer y validar los sentimientos de los demás, independientemente de que los entendamos o no.

La ausencia de una educación con perspectiva de género es parcialmente responsable de hacernos creer que podemos decirle a otra persona cómo debe sentirse y a quién debería querer. Por el contrario, una educación con perspectiva de género deja a un lado la idea de que somos dueños de las ideas y los sentimientos del otro. Deja a un lado la idea de que el género es espejo del sexo biológico. Así, nos permite generar empatía sobre la base de la validación del otro/a/e y generar vínculos en torno al mutuo respeto.

  1. Educar para la igualdad es hacer nuestro el principio de la no discriminación que ordenan la Constitución y un sin numero de tratados internacionales. Es cerrarle la puerta al pasado. Es romper con los estereotipos que solo han servido para reprimir y limitar el libre desarrollo de la personas como seres únicos e irrepetibles. 

En lugar de integrarnos al mundo, la derogación de la orden departamental 33-19 impide nuestra integración con el mundo. Es darle la espalda a siglos de conquistas en materia de derechos humanos. Negar la posibilidad de una perspectiva de género en nuestras escuelas es pensar que hay quienes merecen un trato humano y otros que no. La decisión de derogar la orden departamental se corresponde perfectamente con el espíritu racista y xenófobo que hoy transpira el gobierno.

Hoy son muchos los que tienen que migrar por falta de un espacio que les permita brindar y recibir amor, por falta de un entorno que les garantice su integridad física, que les acoja y les permita vivir sin miedo.

El mensaje está claro: derogar una orden departamental cuyo único objetivo era promover políticas educativas para sociedades equitativas, justas y pacíficas refuerza la discriminación sistémica. Con la derogación, el gobierno de Luis Abinader, el ministro de educación, Ángel Hernández, y el Consejo Nacional de Educación no se diferencian de los legisladores oficialistas que buscan aprobar un Código Penal que abre la puerta a todo tipo de discriminación.

La educación no se limita a la enseñanza de asignaturas puntuales. Esa es una visión limitada que desconoce el propósito transformador del proceso educativo dentro de una sociedad. La educación guarda mayor relación con la intención detrás del abordaje particular de ciertas temáticas que con las propias temáticas. A fin de cuentas, quienes se educan son seres humanos. El proceso de socialización tiene que servir para generar vínculos más horizontales sobre la base de lo que tenemos en común.

Oponerse a una educación para la igualdad, que implica una perspectiva de género, nos niega la posibilidad de ser mejores. Nos niega la posibilidad de conocer nuestra mejor versión como ciudadanos y como país.

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