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El político celebridad. Rap y Circo.

El político celebridad. Rap y Circo.

"Los políticos que matan por su posición/
A los raperos nos tenían en persecución/
Al percatarse de que el pueblo quiere vacilón/
Ahora hicieron sus campañas con reggaetón". Vico C, 2005.

¿Cómo termina una precandidata presidencial como Margarita Cedeño rapeando? ¿Hasta dónde es capaz de llegar un político en su afán de posicionarse, hacerse viral y en la búsqueda del preciado like?

¿Cómo surgen los políticos?


El éxito de un líder político viene dado por su capacidad de comunicarse con el electorado. Para una comunicación efectiva, la ciudadanía necesita reconocer a la persona que pretende representarlo. Los partidos políticos suelen ser plataformas para la gestación de esta representación y del liderazgo de sus militantes hacia la sociedad, pero también sirven como vehículo para encaminar otros tipos de liderazgos y reconocimiento social hacia lo político.

Es así como, a través de la historia, podemos encontrar representantes de diversos sectores (religiosos, sindicales, empresariales, culturales…) que utilizan o son utilizados para desarrollar un mensaje político determinado. En camino al reconocimiento, todo comunica. No obstante, se comunica frente a un individuo receptivo. Cabe destacar entonces que la mayor parte de la población no desea dilucidar ni dedicarse a los temas técnicos que vienen con la administración del Estado. Por lo que, los aspirantes a representarlos deben enfocarse en temas que emocionan, aprender a digerirlos, simplificarlos y venderlos.

A manera de ejemplo, podemos citar los 7 debates sobre la esclavitud que llevaron a la fama a Abraham Lincoln y a Frederick Douglas. La atención a estos debates fue lograda con algo más que un tema interesante y expositores elocuentes. Los debates Douglas/Lincoln iban acompañados de sus reconocidas llegadas en tren, cañones anunciando su arribo, la promoción de la prensa, la música acompañándoles a los recintos, la disparidad física de los debatientes (un Lincoln blanco de 6’4 frente a un Douglas negro de 6 pies)… todo lo cual conformaba un espectáculo para el Estado de Illinois en 1858 y quizás incluso de hoy día.  

Asimismo, encontramos en 1948 a un poco conocido texano de nombre Lyndon Johnson que aspiraba al Senado de EEUU, a quien la necesidad de producir un impacto en sus votantes lo lleva a utilizar un helicóptero para desplazarse. Una vez llegaba a estas poblaciones de Texas que nunca habían tenido oportunidad de ver un helicóptero, desde las alturas Johnson soltaba su sombrero, aterrizaba y pronunciaba un discurso. Las personas que estaban allí reunidas no olvidarían nunca esa primera impresión. 

Al igual que Johnson, un sombrero y una chacabana marcarían en nuestro país la imagen del presidente Hipólito Mejía. Actualmente en Perú, un sombrero marca el de su mandatario Pedro Castillo. Y no olvidemos que el uso de sombreros en general fue la distinción de la entonces Primera Dama Margarita Cedeño para asumir una imagen nacional más allá del rol de esposa. De igual forma, los rasgos físicos comunican. Difícil era no reconocer la cabeza blanca de Juan Bosch cuando llegaba a un pueblo en 1962, el negro alto en traje que era Peña Gómez, la barba y el uniforme militar de Fidel Castro, los bigotes de Adolf Hitler o las cejas de Leonid Brezhnev.

Otro recurso en aras del reconocimiento público siempre ha sido el uso de la palabra. La elocuencia y la oratoria pueden otorgar atención y entretenimiento, el correcto uso de las inflexiones, el lenguaje, las metáforas, el dominio del relato… deviene fundamental, incluso en el ejemplo de Jesucristo. Con estas herramientas los grandes líderes devienen en icónicos y célebres. Y asumen el manejo del entretenimiento de sus seguidores.  

El entretenimiento


La frase de la antigua Roma “Pan y Circo” quizás marca la primera vez que escuchamos la relación entre política y entretenimiento. Con el paso del tiempo, a merced de la tecnología (TV, internet, celulares…) la industria del entretenimiento ha ido ganando cada vez más espacio en el aspecto social y político. Tanto con la participación de esos medios a la política, como de la política a esos medios.  

En tiempos recientes, una de las más famosas vinculaciones con el mundo artístico en EEUU, lo tuvo la campaña de John F. Kennedy rodeada de grandes artistas como Frank Sinatra y Marilyn Monroe. De manera posterior, vemos a un individuo tan rígido como el Presidente Richard Nixon recibir a Elvis Presley en 1970 en la Casa Blanca y otorgarle una placa de la DEA, solo porque se entendía que Elvis podría ayudarle con el voto juvenil. El amplio reconocimiento público de los artistas se entiende que les otorga una plataforma a los políticos a la cual no acceden con facilidad. Y en ocasiones, se entremezclan.

Una de las escenas más cómicas de la película "Volver al Futuro" es cuando en 1955 Doc, lleno de dudas, le pregunta a Marty “Entonces dime muchacho del futuro, ¿quién es Presidente en 1985?" Y él responde "Ronald Reagan". A lo que Doc se ríe con sorna “¿Ronald Reagan el actor? ¿Entonces quién es el vicepresidente? ¿Jerry Lewis?… Tuve suficientes chistes muchacho del futuro” y le cierra la puerta.

Nuestro país no escapa a estas dinámicas. Un ejemplo reciente, son las elecciones senatoriales del 2020 en Bonao, donde debido a su popularidad y carisma Hector Acosta “El Torito” era la mejor opción posible para la oposición enfrentar la maquinaria reeleccionista. Similar sucedió en su momento con Villa Altagracia y Sergio Vargas. Múltiples celebridades dominicanas han pasado por la política y hay demasiados botones de muestra: Johnny Ventura, Corporán, Fernandito Villalona, Milagros German, entre otros.

Esto debido al vínculo afectivo que se les tiene y a que las celebridades entretienen. Queremos ser entretenidos cada vez más, mientras nos alejamos de todo esfuerzo en profundizar. Es allí entonces donde entra a escena el político celebridad. El consumismo se impone en la arena política, se compite con la velocidad de las informaciones, del mensaje y la relevancia de las cosas. Así entonces la política deviene como la sociedad en espectáculo y superficialidad.  

¿Qué discurso elegir? ¿Cómo emocionar? ¿Cómo ganar la atención sobre la pelota? ¿Sobre el fútbol? ¿Sobre otros políticos? ¿Sobre Tiktok? ¿Sobre influencers? ¿Sobre series muy bien producidas de televisión? ¿Sobre novelas? ¿Sobre las notificaciones de whatsapp? ¿Sobre los chismes?… y sobre todo lo demás que sí pertenece a la vida real de la gente. Ese es el conflicto del candidato político. Así como de todo el marketing en general. La necesidad de ser viral puede que ahorre dinero para comerciales, pero sus intentos aumentan el riesgo del fracaso, de parecer indigno, sin gracia y demagogo.

Ahora tenemos unos políticos más accesibles. Capaces de desarrollar con facilidad su personaje o imagen pública, su interés por los animales, la lectura, la música, el alcohol… abiertos a ser escrutados por sus seguidores como celebridades. A perderse en esa imagen que proyectan, de rasgos aspiracional y de tinte superficial para el que lo observa.

Sin embargo, para Roger Stone, uno de los principales asesores de Donald Trump, “Lo único peor en política que estar equivocado es ser aburrido”.  Un tropezón, entendería Stone, te puede hacer avanzar dos pasos.

 – Usted quiere que la convención sea un circo. 
– No sé si se ha dado cuenta, pero la política no es ya teatro, es espectáculo. Así que pongamos el mejor evento de la ciudad. (House of Cards)

El espectáculo es el que hay que mantener. Como compradores compulsivos acudimos a la política desde las redes sociales, como antes hacíamos desde la televisión, el periódico o en la taberna. Si su liderazgo está basado en una lucha permanente, sus seguidores lo han de acompañar. No obstante, salvo los liderazgos religiosos o espirituales, el líder político está llamado a reinventarse y adaptarse puesto que los temas ciudadanos se consumen y agotan, a riesgo de volverse irrelevante o ser sustituido.

Las redes sociales como acelerador


Las redes sociales han venido a sustituir los métodos tradicionales de compartir información. Aceleran la comunicación, así como la necesidad de producción de noticias y contenido de entretenimiento. Esto ha expandido el conocimiento político noticioso en la gente y el interés por una cierta cantidad de informaciones emocionales. También ha dado paso al rápido flujo de desinformación, manipulación y odio.  Los algoritmos se alimentan de esto así como los portales del clic, conduciendonos a la polarización.

Esta inmediatez provoca que los políticos vivan más en el presente que nunca. Pendientes a tendencia, a encuestas… A movimientos a veces orgánicos y a veces orquestados. Si el estadista antes podía mirar a futuro, ya parece quedarle menos margen de maniobra. El presente define. Esta es la razón por la que volviendo a Roger Stone “La política agresiva de hoy es lo que se necesita para hacerse notar… Tienes que ser escandaloso para que te noten”.

Es por esto que Margarita Cedeño se ve en la necesidad de rapear. La víctima más reciente de este ritmo. Ante el vacío ideológico de la política y la necesidad de producir contenido para las redes, ser viral y habitar el presente, este tipo de imágenes son más necesarias. Los políticos no cuestionan ya el poder ni hacen grandes propuestas, parecen haberse quedado sin norte y han sido engullidos a competir en el ring del entretenimiento. Sustraídos de propuestas, se limitan a entretener por votos. Por eso Trump es tan certero en estos tiempos, a pocos le sale el espectáculo tan orgánico.

Finalmente, queda una crítica por hacerse sobre el beneficiario real de todo este tipo de consumo político basura. De una ciudadanía que define sus preferencias por encuestas, pero que es dirigida por todo un aparato mediático que les dice que mirar. Del diseño de aplicaciones noticiosas que nos reduce a titulares. Que nos evade a likes o dislikes. Hay una crítica ya iniciada por Guy Debord en La Sociedad del Espectáculo de cómo el poder real se vuelve opaco, como el objetivo de la producción de espectáculo es desdeñar la memoria y sembrarnos en la sucesión infinita de imágenes que no son la realidad hasta alienarnos. Hasta reducir la criticidad en nosotros.

Durante la Guerra Civil Española, las juventudes anarquistas colgaban carteles denunciando e invitando a cerrar las distracciones y el espectáculo de ese entonces, decían en su extremismo:

“EL BAR: anquilosa, es el vivero de la chulería, CERRÉMOSLE.
LA TABERNA, atrofia y degenera el espíritu combativo, CERRÉMOSLA.
EL BAILE, es la antesala del prostíbulo, matando las energías del joven luchador, CERRÉMOSLE.
CINES Y TEATROS, una misión: labor antifascista: de lo contrario, CERRÉMOSLO. Todo ser que frecuente estos lugares es merecedor del desprecio" ¡ABAJO EL PARASITISMO!”

Retomando la idea de “Pan y Circo”, todo parece que el circo se ha actualizado. También el parasitismo. Quizás para la propia supervivencia del sistema. ¿Aparecerá alguien con capacidad de cerrar el circo? o ¿al menos alguien con calidad para pedir el cierre? En fin, ¿Nos resistimos al rapeo o nos unimos en el coro?

Lo que dice la gente

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