El Mitin
Apoya El Mitin

Próxima parada: acabar con la impunidad de los crímenes de dictadura

Próxima parada: acabar con la impunidad de los crímenes de dictadura

Hace unos días fui al Ministerio del Trabajo a hacer algunos trámites y no pude ir en mi motor porque llovía. Fui en Uber, pero decidí volver en Metro, eran solo tres estaciones así que sería un viaje corto.

Me subo en el centro de los héroes, y no encuentro mucho espacio, pero consigo un asiento al lado de un hombre que, sospecho, tenía unos 55 años de vida dura o unos 85 de vida liviana. Lo saludé e inmediatamente notó mi acento extranjero, le conté que era chileno justo en el momento en que el tren sale de la estación. 

Llegamos a la primera parada: “Estación Francisco Caamaño”. Sin que le preguntara nada, me contó lo heroica que había sido la vida de este personaje de la historia dominicana, y yo llevo mucho tiempo viviendo en este país como para desconocer a Caamaño, pero la emoción con que me hablaba me impidió interrumpir. El tren vuelve a ponerse en marcha.

Llegamos a la segunda parada: “Estación Amín Abel”. No había terminado de hablarme sobre Caamaño cuando se dio cuenta de la nueva estación, me preguntó si acaso yo conocía a Amín Abel y sin que yo le respondiera comenzó de nuevo con su derroche de conocimientos sobre la historia dominicana, a contarme sobre las peripecias de este extinto joven político dominicano. El tren vuelve a ponerse en marcha.

Llegamos a la tercera parada: “Estación Joaquín Balaguer”. Entramos a la estación y yo esperaba que le contara a este extranjero quien era este personaje merecedor de una estación del metro. Silencio. Me animé a preguntarle “¿y quien era Balaguer?” Con una expresión que podría haber sido interpretada como desidia, vergüenza, risa o todo junto, me respondió: “el que mató a los dos primeros”. No se porqué, pero le sonreí como respuesta, me despedí y me bajé del tren. 

La historia de los países de América Latina es bastante parecida en los últimos 80 años, dictaduras sangrientas apoyadas en gran medida desde Estados Unidos y que básicamente se diferencian en la cantidad de víctimas, pero también en el legado que dejaron en cada uno de los países que las sufrieron, y ese legado se elimina a través de la búsqueda de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. 

Las garantías de no repetición, tienen relación con las medidas que toma el Estado para garantizar que nunca más se vuelvan a violar los DDHH. La reparación busca la restitución de los derechos vulnerados y la mejora en la situación en que quedó la persona debido a la vulneración. Por su lado, la justicia busca que quienes son responsables de estas atrocidades paguen. Mientras con respecto a la verdad, que es considerada un derecho, se trata de la obligación del Estado a entregar información a las víctimas, familiares y a la sociedad en su conjunto sobre las atrocidades cometidas durante una dictadura. 

Sobre el derecho a la verdad, se ha puesto (de nuevo) en los últimos días en el tapete, la posibilidad de una comisión, que ha despertado pasiones que son realmente inexplicables. Las comisiones de verdad se han llevado a cabo en prácticamente toda América Latina: Paraguay, Chile, Argentina, México, etc. Una comisión de la verdad sería un espacio en el que, por primera vez, se le entregaría a las víctimas la posibilidad de tener una voz y se les visibilizaría.  

Las comisiones de verdad son importantes primero porque permiten trabajar por el acceso de las víctimas a un derecho, pero también son vitales para el desarrollo de una sociedad sana. Las comisiones de verdad jamás lograran la erradicación de los discursos trujillistas y balagueristas, pero sí ayudará a limitarlos y alejarlos del aparato público. 

El relato que se da a sí misma una sociedad con respecto a los crímenes de una dictadura es vital para el fortalecimiento de los valores democráticos. No es inocua la anécdota en el metro, Amín Abel, Caamaño y Balaguer no están a la misma altura moral, y el hecho que Balaguer haya terminado en una estación del metro, o con parques, plazas y calles que lo recuerdan es un intento por igualarlos. Esto dice mucho de la cultura democrática dominicana. La existencia de estas exaltaciones, es demostración de la necesidad de una comisión de verdad, donde se hable de los crímenes y se responda a situaciones que la sociedad dominicana no solo merece saber, también necesita saber para poder dejar atrás el legado dictatorial. Es impresentable que a esta altura, el Estado dominicano no haya hecho un esfuerzo real por saber cosas como cuántos y cuántas exactamente murieron en los tiempos de Trujillo y Balaguer ¿Quiénes son? ¿Dónde están? 

Una comisión de verdad evitaría, también, vergüenzas tan grandes como la nominación de Ramiro Matos a la Academia de Historia Dominicana, este hecho busca exactamente lo mismo que las calles, las estaciones de metro o los parques, no son más que blanqueamientos de imagen a costa de la sociedad dominicana y sus instituciones. La vergüenza será ahora también para el resto de los miembros de la academia, que bajarán a la estatura de Matos cuando lo que perseguían quienes lo promovieron era elevar la del asesino. 

Mientras no exista una democratización del relato sobre la dictadura, la violencia se vivirá permanentemente, ya no en forma de palos y balazos (pero hay que estar atentos), si no en constantes procesos de revictimización de quienes tienen que transitar por calles y metros o pasear por parques con el nombre del verdugo de sus seres queridos. Además, se seguirá viviendo en la impunidad absoluta y el caso de Matos nos sirve de ejemplo, no solo porque como se ha dicho, su lugar no está en la academia, sino porque la lucha no debiera quedarse en el retiro de su infame nombramiento, la lucha debiera ser la búsqueda de justicia que termine con los criminales en la cárcel.

Pese a todo, hay que tener esperanza, como el poeta argentino Daniel Quintero:  

“Pero llegará el día
en que una lluvia semejante lavará la tierra
desenterrará toda esa osamenta
la historia volverá
a retomar la superficie verdadera
su marca cierta
su ternura inagotable.
Este país acostumbrado al odio y la mentira
tendrá que responsar su propio obituario.
“Aquí está enterrado un viejo país que maltrató a su pueblo”.

Lo que dice la gente

Subscribe
Notify of
guest
0 Comments
Inline Feedbacks
View all comments